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Capítulo 445
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Capítulo 445

Apenas se escuchó el sonido de la puerta, Serena se deslizó del sofá y corrió hacia sus padres con un alegre “¡Papá! ¡Mama!“.

Se había acostumbrado a esta vida acompañada por el amor de sus padres, la felicidad brillaba en sus ojos de manera sencilla y directa.

Dorian no dijo nada, solo volteó a mirar a Amelia con una mirada oscura y preocupantemente serena que parecía decir. “¿Cómo puedes soportar hacerla sufrir?” Esa mirada era tan fría que rozaba la crueldad.

Amelia apretó los labios y desvió la mirada ligeramente.

Serena confundida, preguntó: “¿Papá? ¿Mamá?”

Su voz se suavizó involuntariamente.

Dorian le ofreció una sonrisa, la levantó en brazos y le preguntó con dulzura: “¿Ya comiste, Serena?”

La niña, distraída por la pregunta, asintió con la cabeza: “Sí, ya comí.”

Pero luego miró preocupada a su mamá.

Amelia escondió sus emociones y sonrió: “¿Qué hiciste hoy en casa? ¿Saliste a jugar con la tía?”

“Uh–huh, sali.” Serena dijo. “Por la mañana, la tíallevó al parque y por la tarde, mi madrina me llevó de compras.”

“¿De veras?” Amelia sonrió y abrazó a su hija. “¿Te divertiste mucho?”

Serena asintió: “Si,diverti.”

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Pero luego volvió a mirar a Dorian y a Amelia: “Perohubiera gustado más ir de compras con papá y mamá. Nunca hemos ido juntos de compras.”

La sonrisa de Amelia se congeló un poco.

Dorian ya estaba mirando a Serena: “Mañana, después del trabajo, te llevaremos de compras.”

El rostro de Serena se iluminó: “¡Genial!”

La emoción y la expectativa eran genuinas.

Amelia acarició su cabeza en silencio: “¿Qué tal si nos vamos a bañar ahora?”

La niña asintió: “Está bien.”

Amelia llevó a Serena a bañarse.

“Mamá, ¿estás triste?”

Durante el baño, mientras Amelia le lavaba el cabello con cuidado, Serena preguntó en voz baja.

Ella le sonrió: “No, ¿por qué piensas eso, Serena?”

La niña sacudió la cabeza, confundida. No sabía por qué.

Amelia acarició su cabeza con cariño, sintiendo la misma confusión en su corazón.

Cuando llegó la hora de dormir, Amelia no se quedó en la habitación, sino que se fue al estude al lado.

Serena, que se dormia temprano y profundamente, no se despertaría por eso.

Amelia apenas había arreglado la cama en el estucuando oyó cómo se abría la puerta con un susurro suave.

Confundida, miró hacia la entrada y a Dorian, que acababa de ducharse y aún llevaba su pijama, llevando de la mano a una Serena somnolienta y frotándose los ojos.

“Se despertó justo cuando saliste, insistió en buscarte.” Dijo él.

Serena, aún medormida, la llamó: “Mamá.”

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Después de llamarla, soltó la mano de Dorian y caminó hacia ella.

Amelia tuvo que levantarla en brazos.

“Mamá, ¿por qué no te acuestas?”

Preguntó Serena y bostezando de cansancio, se quedó dormida en los brazos de Amelia otra vez.

Ella no tuvo más remeque acostarla en la cama.

“Serena y yo dormiremos aquí esta noche.”

Dijo en voz baja, tapándola con la manta, “Cuando regreses, cierra la puerta, por favor.”

Dorian le echó un vistazo y sin decir palabra, regresó al baño.

El sonido del agua corriendo llegó desde el baño mientras Amelia apagaba las luces y cerraba la puerta, acostándose al lado de su hija.

Justo cuando se acomodaba, la puerta se abrió suavemente, sin despertar a Serena.

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Levantó la vista hacia Dorian.

Él no la miró, ya había cerrado la puerta y caminaba hacia el borde de la cama.

Como siempre, se acostó a su lado y cuando se giró hacia ella, su mano hábilmente rodeó su cintura.

Ella levantó la mano para tratar de alejar la suya, pero apenas rozó su piel, su palma fue capturada con firmeza.

Intentó retirarla, pero apenas se movió, su mano fue sujetada aún más fuerte, con una determinación que no admitía rechazo.

Aunque no había dicho una palabra, el apretón en la oscuridad ya había revelado su intransigencia.

Sin necesidad de mirarlo, Amelia podía sentir la ira reprimida que irradiaba de él.

Al final, ella cedió ante su dominio.

La mano de Dorian seguía sujetando la de ella, pero ahora la abrazaba por detrás.

Durante todo ese tiempo, no pronunció ni una sola palabra.

Hasta que se escucharon sus respiraciones suaves y superficiales, no dijo nada; simplemente la abrazaba con un gesto cariñoso.

Amelia sabía que él se había dormido.

Pero ella no podía.

Tanteó su celular en la mesita de noche y echó un vistazo; su mirada se detuvo un instante.

Eduardo le había enviado un mensaje: “Fui yo quien pidió a Pamela que te contactara. Encuentra un momento para venir al hospital, hablemos.”

Probablemente, al no ver su respuesta, mehora después le envió otro mensaje:

“Tu familiaha buscado, siguen con las mismas mañas. No puedes esconderte siempre detrás de Dorian y esperar que todo esté bien. Mientras yo aún respire, hablemos con la verdad por delante y resolvamos todos los problemas de una vez, incluyendo los de tu familia, los tuyos con Dorian y la custodia de la niña. Las cosas no pueden seguir arrastrándose sin atenderse.”

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